DESDE LAS PLANTAS

Un perro sin hogar encuentra una familia

En la planta mexicana de León, un perro abandonado ha conquistado los corazones de los empleados de la planta.

En México son muchos los perros sin dueño que deambulan perdidos por las calles. Chata, una pitbull blanca de unos 5 años de edad, era hasta hace poco uno de esos perros callejeros. Chata solía pasar sus días deambulando por la zona norte de León intentando esquivar el tráfico y buscando algo que llevarse a la boca.

Un día, merodeando por la planta de KAMAX en León, se acercó a los empleados de la puerta principal. Su amabilidad y sus ganas de mimos, conquistaron el corazón de los vigilantes de seguridad. Sus visitas a KAMAX fueron haciéndose más frecuentes, así que empezaron a dejarle un plato con agua y comida y se le construyó una pequeña caseta para protegerla del sol. Tras varias semanas, Chata se había convertido en un miembro importante de la planta de León.

Chata y uno de los vigilantes de seguridad de la planta de México

Desde entonces, todas las mañanas, Chata saludaba feliz a los empleados que iban llegado a la planta. Conforme iba pasando el tiempo, todos en la planta conocían a Chata. Aránzazu Morales fue una de las primeras que se encargó de comprobar cada día que la nueva amiga peluda de la planta de KAMAX en León se encontraba bien. Cualquier novedad sobre Chata se extendía rápidamente por toda la planta y, en poco tiempo, se puso de manifiesto la naturaleza bondadosa de nuestro equipo. A medida que los días se iban convirtiendo en semanas, fue creciendo el vínculo de Chata con el equipo y se convirtió en un miembro más de la planta que saludaba y despedía alegremente a todos los que entraban y salían de las instalaciones.

Ayudando juntos después del accidente

A principios de año, los primeros empleados en llegar a la planta se quedaron en shock al ver que Chata había sido atropellada por una motocicleta que pasaba y había sufrido varias heridas graves. Sin dudar un ápice, los empleados actuaron inmediatamente y la llevaron enseguida a la clínica veterinaria más cercana. El veterinario le cosió las heridas y fue optimista con su recuperación. Para sufragar la intervención de la clínica veterinaria, se colgaron carteles por toda la planta animando a los empleados a contribuir con cualquier aportación para cubrir los gastos.

El equipo de la planta se movilizó para pagar la intervención y, a las pocas semanas, una vez recuperada, Chata volvió a ser la de siempre saludando a todos los empleados que llegan a la planta moviendo la cola y pidiendo caricias. Ver cómo Chata pasó de vivir en la calle a convertirse en un miembro querido de nuestra comunidad KAMAX es una prueba del poder de la bondad y del extraordinario vínculo que puede crearse entre los animales y los humanos. Su historia nos recuerda que cualquier pequeño acto de bondad puede marcar la diferencia.

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KXpress